martes, 29 de junio de 2010

Dígale a Fidel Señor presidente.


Después de su triunfante visita a cuba señor presidente, y su amena conversación con el adalid de la revolución de cuba y de América latina, ante mi teclado me pregunto si usted mi respetable presidente le hablo al comandante de sierra maestra, de las cosas que el tan dignamente enfrentó, y que usted aquí teme tocar.

Me pregunto si usted le ratificó, que aquí, en su gobierno no hay agiotistas, especuladores, usureros y acaparadores, por que usted los erradicó de la faz de la patria, que no hay delincuencia, prevaricación, fechorías, ni malas acciones politiqueras, porque usted desde el principio de su mandato ha tenido mano dura contra estos atemorizantes males.

Yo se que usted le platicó, que en su gobierno no hay funcionarios corrupto, que nadie se atreve a hacer negocios ilícitos desde su puesto y nombradía, por que usted esta al tanto de todo y pena de la vida del que ensucie o mancille el honor de su gobierno y del pueblo, por que los que quebranten la seguridad de la gente, por lo menos, usted le dará quince años en la cárcel.

Yo se que usted le habló al maestro, que aquí no se le educa a la gente para que sean mejores dominicanos, para que sea mejores ciudadanos, para que amen a la patria, para que no se marchen del país cuando obtienen un titulo, porque aquí se le asegura empleo permanente, que usted le dijo que la educación aquí debe tener más de un cuatro por ciento, para que la delincuencia y la deshumanización no prospere cada día más.

Investigo si usted le habló al insigne cubano, de los prolongados apagones que sufrimos día a día los dominicanos, de la economía diezmada de los negocios, por las incesantes interrupciones eléctricas.

Es natural hablar de la economía mundial, todos sabemos de su crisis, es sencillo globalizar, es simple meter todo en el mismo saco. No señor presidente los problemas de la República Dominicana son muy particulares, por eso es que me inquiero si usted le habló del desorden en el transito de las ciudades dominicanas, de los bajos salarios de los maestros, de la lucha constante de los médicos por unos centavos más, dígame si usted le habló de los cordones de miseria que se visualizan alrededor de esta ciudad de santo domingo.

Hábleme señor presidente y dígame si usted conversó con el comandante acerca de las huelgas que se extienden por todo el territorio nacional, pidiendo arreglos de calles y carreteras.

Dígame si usted le dijo que es triste ver los rostros de la humilde gente pidiendo que le bajen los precios de los artículos de la canasta diaria, que es triste ver esa gente visitando los hospitales centros de muerte de este país buscando salud y lo que encuentran allí es el desprecio humano.

Dígale a Fidel señor presidente, que en este país los campesino han tenido que irse a las ciudades, por que los campos han sido abandonados Por su administración, por que no tienen tierra, por que los jóvenes no tienen horizonte.

Dígale además, que aquí hay niños en calles y avenidas limpiando cristales por una miserable moneda y nadie dice nada, a nadie le duele, que el país no tiene bloqueo económico y parece como si lo tuviera, que los tratados de libre comercio no funcionan para nosotros, que los secretarios de estados son presidenticos pequeños en cada secretaria,que son puestos allí para trabajar con la gente y tratan a los pueblerinos como los peores enemigos, como lacras inmundas.

Además dígale señor presidente que la vida entre usted, sus funcionarios y mi gente es una vida muy diferente, que mientras ustedes viven en la abundancia, en la totalidad de la hermosa vida, nosotros los de abajo estamos muriendo, en necesidad absoluta.

si nada de esto no le dijo usted al glorioso comandante, pues le sugiero si tiene oportunidad en la proxima cumbre del carbe se lo manifieste al presidente de los estados unidos

Perdone señor presidente si esto es mucho pedir, pero estos son los deseos de un simple hombre del pueblo. Que como muchos otros sufre las consecuencias del desbarajuste de los políticos y su clientelilla, su ambición y su dejadez por la totalidad de la masa.
Por Víctor Suárez

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