lunes, 28 de junio de 2010

Al Doctor Marino Vinicio Castillo


La sociedad Dominicana esperó paciente la mano dura y esperanzadora de
un hombre que supiera y pudiera defender el patrimonio nacional,
alguien, quien extirpara las manos inescrupulosas que saquean los
bienes del pueblo, que aparte de la administración publica a aquellos
que se creen y se han creído dueños de la riqueza estatal y la han
utilizado en forma arbitraria, injusta e ilegal en su beneficio
personal.

En un país donde más del treinta por ciento del presupuesto nacional
se queda en manos de los que simulan ser servidores, desde el estado y
para el pueblo, es decir en manos de ministros, quienes su único
interés es enriquecerse. Un hombre como usted podría romper con la
cadena que nos ha traído atado por décadas al hambre y la miseria.

No es que sean ministros de hoy o de ayer son los mismos de siempre,
los que vienen al estado con la intención de resolver sus vidas de una
vez y por todas, desde un cargo que muchas veces han obtenido con
engaño a la humilde gente del pueblo, del pueblo si, ese que nunca ha
tenido quien lo defienda desde lo alto del poder.

El único compañero de esta población, ha sido el dolor del desamparo y
la complicidad de los que dirigen la justicia con los facinerosos,
ellos son los que les han infringido la estocada, la dolencia de no
poder desarrollarse, hombres y mujeres de este país, en el cual muchas
veces no nos sentimos representados y huimos hacia otras fronteras
buscando luminosos horizontes, los cuales tantas veces se convierten
en espejismo, todo por que un grupo de inhumanos le sustraen el
derecho a vivir con dignidad.

Yo confío en usted, distinguido maestro, en su justicia, en su honor,
en su pulcritud, en su entereza, en su cristiandad y en su bondad. Que
no enfrentemos tan sólo a los corruptos del otro lado de la trinchera,
si no también a aquellos que en nuestra propia escuadra se quieran
pasar de listos y mancillen la línea del honor y la excelencia con sus
actos inescrupulosos. Quiero ver la excelencia en ejecución a su
derredor, la excelsitud, la cual usted con dignidad nos ha enseñado.

No quiero sentirme decepcionado cuando pasen los años y su función
haya terminado y no se haya sentado un precedente en la lucha contra
los desfalcadores. Que nuestra disputa no sea contra la corrupción y
nada más, contra una definición de una palabra, sino, contra el
corrupto, que se vuelva personal si es posible, por que el tiempo, del
paño tibio a los casos de sustracciones también hay que extirparlos de
la justicia.

En su mano descansa mi anhelo, en su auxilio también descansa la
esperanza de miles de dominicanos que los siguen a usted, por que
confiamos en su rectitud y en su indomable historia de respeto e
intolerancia antes los actos deshonestos.
Por Víctor Suárez

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