lunes, 28 de junio de 2010

Aquí nada cambia


Cuando a principio de la década de los setenta vine a la capital, con mi escarcela cargado de sueños, a mitad del bachillerato, una guitarra a cuesta como mi única arma y con apena diez y seis años de edad, fui al refugio de los que queríamos cambiarle la cara al mundo, o, por lo menos al país.

Esto era el movimiento cultural donde convergían todas la fuentes culturales del país, claro con las infiltraciones políticas de todos las corrientes de entones.

Entonces asocludisna era la cabeza del movimiento cultural, debatíamos desde la poesía desde Machado a Pedro Mir.

La canción de víctor jara, Serrat, y Silvio el más cantado entre todos.

Comenzaban entonces las discusiones férreas, debatiendo si la cultura debía ser popular o nacional, cosa casi nunca entendí, porque mi conciencia me decía que eso no desembocaría a ninguna parte y el tiempo me ha dado la razón, la discusión jamás debió ser esa.

Fui miembro del club hermanos delignes en el ensanche Espaillat, por consiguiente miembro del colectivo músico cultural del club.



Estuvimos en todos y cada uno de los clubes del país tratando de hacer conciencia política y cultural.



Luego dentro de la sanguinaria represión de los doce años del Balaguerato, gente que se creyó dueños absolutos del país

Cayó Orlando Martínez, un muchacho del pueblo, un hombre de conciencia. Ese acontecimiento me marcó, me hizo cambiar y me uní al colectivo musical del partido comunista dominicano, en el cual militaba Orlando, aunque nunca fui miembro inscrito en el partido, quería hacer mis aportes desde la canción, que era el único canal por cual podía hacer mi denuncia de las necesidades en que vivía igual que hoy este pueblo.



El colectivo siempre recibía la orientación cultural, en gran parte, por la hoy importante miembro del partido de la liberación dominicana Minu Mirabal y Narciso Isa Conde.

Cuando Minu se fue al partido de la liberación dominicana, el partido comunista dominicano estaba pasando por momentos difíciles políticamente hablando.

Otra vez en la izquierda comenzaban las discusiones estériles y el divisionismo, que si este es revisionista, que si aquel, maoísta, que si marxista, que castrista y un sin numero más de calificativos que sólo nos llevaron a divisiones y el país a la deriva.

Demasiado hambre cerebral y espiritual para emularnos por la patria, demasiado miedo a la muerte, por eso cuando Caamaño desembarcó lo dejamos solo, por miedo, y por lo divisionistas que somos los dominicanos, sensibles a la criticas, intolerantes y siempre nos creemos capaces, para formar nuestra propia organización para no comerle mierda a nadie y entonces con actitudes como estas, siempre hemos sido cada ves más débiles en todo lo que como grupo nos proponemos hacer.



Y esto pasa en todos los grupos que formamos, dividirnos, desde un simple combo, hasta un partido político que se supone, debe ser sagrado, por que, el germen que trae un partido, es el de servirle a la patria, pero los dirigentes mal interpretan esto, y primero están sus fantasías personales y ellos están por encima de las misma instituciones que ellos mismos forman.



En los ochenta pasé a ser miembro del salvador allende en la parte norte de la capital, y era un orgullo ser circulista, vender el periódico, ponernos la boina, ir a los mítines al play con nuestras banderas moradas y escuchar allí con nuestro niños aun pequeños los extensos discursos, de los miembros del comité central del partido y terminar con la grandiosa e histórica frase de servir al partido para servir al pueblo.



Y otra vez descuidé la familia por que había que servirle al partido, guitarra al hombro de pueblo en pueblo a nombre del partido de la liberación dominicana.

Y hoy los que nunca vi son los que beben el sagrado maná, que ofrece el poder.

Los días eran románticos, políticamente hablando, se luchaba sin esperar nada a cambio.



Por estas razones sentimentales, vinieron otros con el dinero como armas, y secuestraron el partido, la lucha revolucionaria, echaron los ideales a un lado y se instalaron en el poder para hacerse millonarios, para que ese movimiento revolucionario volviera a cero.

Hoy sentimos que nuestra generación fracasó, total y absolutamente, los jóvenes compañeros, fueron vilmente asesinados, todo el adelanto político, cultural, revolucionario que pudimos haber logrado, fue pisoteado y hoy años después sólo nos queda el resentimiento de ver a los que siempre fueron los enemigos, los que con sus látigos laceraron nuestras espaldas, chupándose el néctar de nuestra lucha, como si ellos estuvieron en la parte del peligro absoluto en el que vivimos nosotros.

Los mismos que combatimos, son a quienes seguimos amamantando, mientras los verdaderos luchadores, los que se expusieron a la muerte, han de hacer huelgas para que le paguen una miserable pensión.

Aun soy de los que cree, que la lucha deben ser menos hablar y más hacer, porque al fin y al acabo el tiempo pasa y la muerte esta de nuestro lado, porque este afán perentorio de querer servirle a los demás nos hace llevar una vida miserable.

POR Victor Suarez

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