Las noches abrazan el barrio en toda su extensión.
El suburbio apenado agoniza en la oscuridad,
sin agua, sin medicinas, sin alimentos,
los niños escuálidos juegan con sus pelotas de trapos, (sus tesoros),
en las calles frente a sus casas, la calle, la cual más que una calle es un camino por donde transita la indiferencia.
La madre se acuesta boca arriba en la vieja cama, pensando como habrá de ser el día mañana, igual que hoy? Pues igual que hoy, tampoco estará el pan sobre la mesa, ni la leche para los niños, no habrá agua, y se irá la luz por doce horas. Escucharemos los parlantes en la zta101 cada cual defendiendo su posición partidaria, cargada de bla bla bla, y los nauseabundos escupitajos de Álvaro Arvelo, cada quien queriendo destruir a alguien, cada quien ensalzando a alguien a quien le asegure su canasta de navidad, en la televisión, cada periodista de alguna manera desinformando, defendiendo los intereses de alguien, el que le paga por supuesto, viviendo su vida, viviendo en su propio mundo, solo la chaqueta hace la diferencia, entre sus mentiras y la farsa, mientras en el barrio desde donde ellos vienen, un niño muere de una enfermedad tropical, mientras en el barrio un niño llora de hambre, mientras en el barrio un hombre no tiene empleo para el sustento de la familia. Todo esto puede ser erradicado, de mi pobre barrio pobre, con tan solo la buena intención de todos, pueblo y autoridades. Luchamos, por salir del hoyo, para luego no importarnos los demás, estudiamos, nos hacemos profesionales, conseguimos dinero, y luego nos olvidamos de los desposeídos, de los sin oportunidad, de los excluidos.
La traición duele cuando viene desde el amigo,
Pero cuando llega con mentira, dolo, enriquecimiento ilícito, corrupción desde el estado y sus secuaces, entonces el encono me empuja a la venganza y me lanzo al rescate de lo que me están despojando a mi y a mi barrio y en el umbral de mi cuarto me digo, tendré que hacerlo solo? Pues aquí ya no quedan hombres, ya no quedan hombres para defender a los incautos, solamente los hay para beber cervezas en los colmadones, para planear las comisiones en los restaurantes, para lamerse el hocicos al mirar los traseros de las adolescentes, para inventar negocios sucios para mantener las amantes.
Aquí ya no quedan hombres, y si alguno queda, pues que me siga a la defensa infinita del bienestar perpetuo de mi sagrado pueblo.
VICTOR SUAREZ
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