Consuelo Despradel, es una mujer del pueblo, una de las más altas voces en defensa de los dominicanos, una frecuencia sin compromisos con las grandes empresas nacionales, una voz de habitual custodia por los derechos de los desposeídos, una batalladora incansable, incuestionable en su lucha continua en defensa de la mayoría.
Una mujer, de las que no se venden, de las que no ponen en juego su conciencia, una de las que el dinero no ha podido comprar, una activista irrefutable.
No es una improvisada en la lucha social y politica de este país, ella es una de los más afanoso pilares por la continuación de la institucionalidad del estado, sin miedo y sin vacilación se ha enfrentado por décadas a las injusticias y a la desidia, al abandono y a los abusos de poder como hoy sucede en los haitises.
Su voz se ha comprometido directamente, desde muy joven con los cambios sociales que ha demandado la nación dominicana.
No importa en cual parcela política haya militado, su línea siempre ha sido la misma, la de la defensa de la gente de abajo.
Jamás tuvo tiempo para programitas cosméticos, ni de sexología, si no que su voz siempre ha sido para defender a los que les han quitado la oportunidad de desarrollarse, de comer y de estudiar a los infortunados del pueblo.
Por esta y por tantas otras razones de todos conocidas, Consuelo es uno de esos seres que hay que salvaguardar en el máximo nivel de lo intocable.
Que las fuerzas groseras, sin cerebro de este país no toquen a esa mujer ni con una pizca de algodón, este pueblo conoce quienes son sus defensores y quienes son sus verdugos, quienes son sus amigos y cuales sus enemigos y el precio a pagar por un trato indigno e inmoral contra ella será tan caro, que desearan no haberla tocado nunca.
Una vez más.
No, a la cementera en los haitises.
Autor: Víctor Suárez
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