Santo domingo sin dudas es y ha sido un pastel del que un grupo de ignominiosos dominicano ha disfrutado, vilipendiado y usurpado por largos años. Se lo reparten de tiempo en tiempo entre ellos mismos, como una herencia del que sólo algunos tienen derecho.
Imponen el orden con balas contra los muchachos jóvenes, los que no tienen oportunidad de subsistencia y le quitan la vida cuando se lanzan a buscar el pan.
El país sigue en su absoluta miseria, por que los que hoy como ayer se dividen el pastel, sólo saben defender su excelente bocado.
No hay solidaridad con la pobre gente, en los barrios viven igual que siempre, sin los básicos servicios, sin oportunidad, y sin calidad de vida.
Familias de alta alcurnia que viven asqueroseando a la humilde gente, ente que se cree todo poderoso y que son bendecidos por Dios para vivir su digna existencia en un paraíso terrenal a costa de los pobres
A esta caterva, apandillada, solamente les importa su lujosa y pomposa vida, lo demás puede esperar, hasta que nazca un hombre con conciencia y les arranque de la mesa el hojaldre, tal vez quitándole la vida a unos cuantos.
Y digo que habrá de esperar a que nazca un hombre con conciencia social y grandes genitales, por que ahora no hay hombres y yo me incluyo como uno de los más cobardes.
De los que nos hemos envueltos en la rancia bandera de la democracia, la que nos hace incapaces de arrebatar el derecho que nos corresponde y entonces esperamos que los demócratas neoliberales y cleptómanos, lumpenes y vividores, resuelvan nuestros problemas cuando a ellos les sobre dinero y tiempo, eso quiere decir nunca.
Hay que cambiar este tiempo de hambre y privaciones por un tiempo de luz permanente,
Por un tiempo de horizonte, y alegría sin final y vivir como las felices gente de conciencia, la que vive calando siempre la infinita escalinata de la luminiscencia, los que viven en una hermosa vida contemplativa, llena de amor, de ternura y cognición, sin dañar a los demás, sin ser sujetos de carencia en la vida de los otros.
Esto podría parecer un manifiesto, pero en definitiva quien está viviendo bien con todos sus problemas resueltos, no piensan nunca que hay personas que pasan días sin encender su fogón, y estos son la mayoría, los que sufren, los que lloran, los que claman por el pan del día a día, por ellos es que necesitamos hacer un cambio de conciencia social.
No se trata de darle tanto a los pobres como de hacernos pobres con ellos, decía el maestro, pero, si podemos ayudarlos a hacer llevadera sus infelices vidas, revertir el resentimiento de ver a un grupito viviendo en el derroche, mientras la gente humilde vive de los zafacones, y la basura de los que se creen los dioses de la república.
Santo domingo no tiene reyes ni dioses, y eso no tendría cabida hoy en este país, aquí todos somos iguales, eso creo, humanos, la intelectualidad no nos hace diferentes, las armas no nos hacen diferentes, y eso lo saben todos aquellos que quieren ser y sentirse disímiles, lo que marca la diferencia, es el dinero, el que tiene dinero no importa como lo haya obtenido se vuelve altisonante, orgulloso, indiscutiblemente insensible ante la penuria y el infortunio económico de los demás.
Autor: Víctor Suárez
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