La mañana llego llorando,
vestida de negro y gris,
fría como un iceberg.
La noticia se desparramaba
cual el viento acalorado del mar caribe,
desde las facultades de la universidad al país,
penetrando los bastidores de los barios de mi pueblo
y las arandelas oscuras del palacio nacional.
La impotencia se mezclada con la rabia y la cobardía,
se volvían lágrimas en los rincones de los partidos,
los sindicatos y la poesía.
Podíamos salir a asesinar diez,
a matar veinte, a linchar mil,
pero eso no vengaba la muerte de Orlando
y ante la exigencia del pueblo
los canes del palacio se lavaban las manos.
Aquella mañana tu fotografía en los periódicos era diferente,
trajo tus ojos cerrados y sin tus lentes,
y una sonrisa de niño dibujaba tu cara.
Ya la revista no traería más tu retrato nuevo,
ni tus palabras de bronces y acero,
a las que tanto miedo le tenían Balaguer,
sus Ministros,
y la CIA,
por lo cual te cegaron la vida.
Pero no se silenciaron las plumas,
ni la tuya, ni el grito de los humildes,
ni se apago la canción.
Te fuiste, o mejor dicho te hicieron ir,
pero tu espíritu siguió escribiendo,
esparcido en todos los que te admirábamos
y tu lápiz se creció, y con tus palabras brillantes,
sacamos del palacio a tus depredadores
y también pusimos en las cárceles, a tus asesinos.
“En donde esta el criminal que se ha manchado las manos,
cobarde que responde por la muerte de un hermano,
Quien preparó la celada el pueblo está preguntando
pero nadie le responde por la muerte de Orlando,
quien desarmó sus alas,
quien se ha manchado las manos con esa paloma blanca,
con esa paloma blanca mensajera de la paz,
que anidaba en su conciencia cien polleras de libertad,
la libertad de sus alas de su pluma de su vuelo,
la libertad de su nido porque su nido era el pueblo”.
Nos corrían como río las lagrima
por nuestras mejillas jóvenes cuando
Guillermo san Juan cantó por primera vez ésta canción
a Orlando Martínez en las escaleras del Ateneo Dominicano.
El amor por la patria,
nos crecía aumentado,
cada día después de ese día,
el encono se aceleraba en el pecho de la juventud conciente,
contra el reformismo Balaguerista y acecino.
Pero querido amigo y hermano:
si hoy estuvieras aquí,
te daría tristeza tener que escribir sobre lo mismo,
de hace treinta años:
el país tiene los mismo males que tu denunciabas
y lo peor es que los que hoy gobiernan la nación
eran los mismos compañeros que condenaban las carencias
y el mal manejo de las cosas publicas.
Aun hoy mi país tiene el mismo aparato militar,
lleno de asesinos de aquellos días,
aun el país carece de la debida ansiada y anhelada energía eléctrica,
aun la gente de mis barrios se bañan con jarritos,
porque no hay agua, las calles siguen siendo cráteres
y la alimentación es paupérrima,
los hospitales tristeza colectiva y deprimente,
en las escuelas se siente la miseria en la mirada del maestro
y en las sonrisas de los niños,
Los ingenios, a los que tu tanto le escribías,
son almacenes de ancianos
reventados por los años y el trabajo mal pagado
y luego abandonados a morir en las mas desgarrante miseria,
los izquierdozos se han derechizado
y hoy se volvieron contra sus principios
y contra el pueblo.
Te recuerdo hoy orlando como el periodista,
como el hombre sensible y de principios definidos,
como el hombre valiente
en cual nos mirábamos los adolescentes de la época,
te recuerdo como el muchacho humilde,
de corazón dulce, y de mirada, profunda,
te recuerdo, porque tu nombre seguirá en mi memoria
hasta el día de mi muerte,
que no será tan llena de gloria como la tuya
y tal vez no tan vil y sin sentido,
pero siempre gritaré, Orlando presente.
Victor suarez
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